Lo decía Tote King en una canción, hasta los más románticos quieren meter.
Las románticas también.
Tote King - Ni de ellos ni de ellas
"Robin y Marian" es una película increíble. Había que desmitificar otro héroe y lo hicieron a conciencia y sin ningún reparo moral como los que pondrían ahora los cretinos de Hollywood. Robin Hood es un gañán avejentado en este melodrama crepuscular sobre un mito que no lo fue nunca. Claro que un gañán con el careto de Sean Connery y, por supuesto, Audrey Hepburn, o sea, la encantadora Lady Marian, sigue enamorada de él a pesar de que hace 20 años que no se ven, se metió monja y pensaba que jamás volverían a estar juntos. Dos maduritos que han dedicado sus vidas a causas que no terminan de compartir y se reencuentran para revivir el amor de juventud que, probablemente, nunca debieron dejar atrás.
En una escena, ella le pregunta si conoció a muchas mujeres en las Cruzadas y Robin, envalentonado, contesta que sí, muchísimas. Le sorprende la reacción de Marian, dolida, triste y rápidamente rectifica: "pero todas se parecían a tí". Y, aun torpe, impresentable, bestia, suena tierno.
Si el amor existe, lo más parecido a él lo expresa el personaje de Audrey en esta película, en una frase que dice después de un montón de escenas memorables, de unas interpretaciones perfectas, de una banda sonora de John Barry maravillosa, lo dice en una película que invita a creerlo. Dice:
"Te amo más que a todo.
Más que a los niños,
más que a los campos que planté con mis manos,
más que a la plegaria de la mañana
o que a la paz.
Más que a nuestros alimentos.
Te amo más que al amor
o a la alegría
o a la vida entera.
Te amo más que a Dios"
Y a mí, que pienso en meter tanto o más que en el amor, me encantaría decir estas palabras a alguien alguna vez.
Al que quiera oírselo decir a la Hepburn en castellano, que vea el vídeo pero ojo, que es destripa-pelis:
La banda sonora de John Barry en Spotify:
Y para el que no quiera usar Spotify, aquí podéis oir el tema final:
¡Si me llamaras, sí, si me llamaras! Lo dejaría todo, todo lo tiraría: los precios, los catálogos, el azul del océano en los mapas, los días y sus noches, los telegramas viejos y un amor. Tú, que no eres mi amor, ¡si me llamaras! Y aún espero tu voz: telescopios abajo, desde la estrella, por espejos, por túneles, por los años bisiestos puede venir. No sé por dónde. Desde el prodigio, siempre. Porque si tú me llamas -¡si me llamaras, sí, si me llamaras!- será desde un milagro, incógnito, sin verlo. Nunca desde los labios que te beso, nunca desde a voz que dice: "No te vayas." Pedro Salinas La voz a tí debida, 1933 Pedro Salinas fue uno de esos autores del 27 al que en el instituto no presté, en un primer momento, demasiada atención. Eran todos importantes, sí pero Aleixandre era premio Nobel, Alberti era mucho más conocido... al final Salinas (como aún hoy me pasa con Cernuda) perdía protagonismo y se convertía en bulto de ese grupo de poetas que reivindicaban a Góngora. Unos ...
No había pensado publicar nada sobre la muerte de Ángel González, me ha movido a ello leer a una gran fotologuera. No se trataba de una idea descartada sino de que, creo, la muerte de Ángel González no es tal. No puede morir porque le sigo leyendo, que es, casi, todo lo vivo que le he conocido. Pero sobre todo, y más allá de esa retórica idiota, creo que no me planteé siquiera homenaje alguno porque Ángel es, como Pedro Salinas (más aún que Salinas), la prolongación más alta de mi pensamiento. En él se materializaron hace ya 50 años, ideas que aún hoy, yo no hubiese sabido expresar con la precisión en forma y fondo que Ángel González puso en sus poemas. Su muerte es por ello algo íntimo, no familiar pero sí privado, pues era un compañero mudo que me conocía y me acompañaba. Este es el texto que escribí hace poco menos de tres años, sobre la visita de Ángel González a Bilbao: El pasado martes 28 de junio Ángel González participó en Bilbao en la presentación del último número de la revi...
En este blog solo queda el recuerdo de que una vez fue un blog. Un blog con seguidores, escasos pero tan reales como internet permite, donde unos y otros leíamos y éramos leidos compartiendo anonimatos, cuando escribir aún era relevante. Hoy los enlaces a otros blogs, los pocos que aún quedan, son ecos de lo que fue, restos abandonados a su suerte que perviven gracias a la indiferencia de la red. Y así, mis mensajes, que ya solo miran atrás para observar esa memoria perpetua y mutable. Para despedirme siempre de lo que era y de lo que no fui. Del mismo modo, vuelvo cada verano a la casa en el pueblo de mi abuela, varada para siempre en su muerte y en su memoria y las inevitables y forzosas reformas que ahora hacemos hacen aún más dolorosa la perenne despedida, la misma que no termino de llevar a término aquí pues siempre estuve cómodo en estos monólogos solitarios.