Olvídate de mí


A veces olvido. Es más, deseo olvidar.

Nace este deseo de otros recuerdos, que vuelven tan renovados, tan limpios, que todo lo ocupan ellos.

Pequeños y retorcidos gusanos de la memoria que pretenden algún oscuro objetivo. Algo relacionado con lo único que el olvido trae siempre. Repetir los mismos errores.

Hoy he recordado. No con el susurro aleve de ese amable impulso a perdonar sin reparar nada. Ese impulso estúpido. He recordado con la ansiedad y la desesperación. Cada momento (que son tiempo y espacio pero sobretodo personas) que se me abalanzó para aplastarme contra el suelo quebrando mi aliento, crispando mi rostro hasta dejarme solo y caído, la respiración entrecortada, el cuerpo roto, las lágrimas, el peso del mundo y el determinismo fatal de saberme dueño de nada y pelele de todo.

Todo ha vuelto, lento e inexorable. Tal y como volvería si olvido.

Es así como se renueva mi empeño.

("Olvídate de mí" es una película genial tanto visual como argumentalmente. No ha inspirado este texto pero sí me sorprende lo relacionado que está y la profundidad a la que esta película reflexiona, a pesar de su resolución visual tan espectacular, que pudiera hacer que se minusvalore su argumento y se reduzca a un romanticismo moderno algo menos simplón de lo habitual cuando, entre otras cosas, habla de madurez, de enfrentar la vida, del olvido y su condena a repetir los errores. De cómo, en contraposición al título original, "Eternal sunshine of the spotless mind", y enfrentándolo a otro título cinematográfico, "La vida mancha". Contra lo que suele ser habitual en estos casos, su guión ganó el Óscar a mejor guión original).

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