Los relojes

Cada uno de tus pasos mueve atrás
las horas y los relojes. Detiene
a niños, a muertos, los vuelve,
a cada paso tuyo,
inciertos, vivos, y revuelve así
todo el ser y no ser que alguna vez
yo creí inamovible.

Arrastrando tras de tí la materia arremolinada
en puro no ser más que estela tuya
y limpiando el poso de nuestros cuerpos
hasta devolverles su presente,
que volverá a ser,
te observo.
Vienes a buscarme, vestida ahora como vestías,
con tus trenzas y una falda roja
y una caperuza o tal vez
era otra cosa. Vienes a darme un beso
y tan cerca estás que me arrastras
a ese torbellino imposible y arrancas
todo lo que ya creía mío, esencia, yo
y detrás de todo ello sigo y me recuerdo y me veo
y lloro.

Es de noche, hay fiesta y ruido
y vienes tú a besarme hoy,
hoy siempre.
Te detienes.
Quieta.
Todo está por ser,
todo está por levantarse otra vez sobre el presente
y sepultarlo bajo el presente recuperado.
De puntillas prometes, con sólo estar,
que será todo mejor, de puntillas,
caperucita de los primeros besos
te estiras para besarme

pero no me besas.
No es a mí.
No era a mí.

Te vi. Era otro,
aún lo estás besando.

Y llueve aquella noche
sobre mi desamparo, llueve presente
que lo empapa todo de hoy
y me miras a lo lejos y sabes
que podrías haberme besado,
pude haberte besado yo
pero no nos besamos
y cada uno de tus pasos
mueve atrás los relojes, días, miles
hasta que me alcanzas,
nos cruzamos, me ignoras,
fatal el tiempo, estalla a tu paso
y me deja a mi herido,
herido de ahora y de siempre
y de nunca haberte besado.


Este poema está dedicado.
¡Bien por los amores de adolescencia!
Y tiene hasta audio recomendado

Bolt.

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