Carencias o virtudes

Rodrigo Fresán
Jardines de Kensington
Cuándo empezamos a resignarnos, en literatura, trabajo, vida; allá dónde miremos, a lo que sabemos hacer y arrojamos por la borda aquello que nunca haremos bien.
Pensaba que ése era el principio de la decadencia, de la resignación, de un estatismo que, degradandonos paulatinamente, culminaría en la muerte física la larga muerte espiritual previa... Ahora no estoy seguro. Será que ahora, al observar mi resignación creciente, prefiero creer que en algún momento es importante sentir que llegas, que cumples de alguna manera objetivos que jamás te planteaste pero que ayudan a que te sientas satisfecho contigo mismo, y levantes el acelerador sobre un afán de superación a veces demasiado impreciso y demasiado ceñido a complejos, inseguridades, y no a un verdadero y positivo impulso de crecimiento sino a una huida de uno mismo en pos de otro yo mejor y distinto.
Creo en que nos define lo que hacemos del mismo modo que nos define lo que no hacemos, creo en la omisión, esa palabra que de pequeño no entendía en misa, somos tanto lo que hacemos bien como lo que hacemos mal y somos también lo que hacemos como lo que un día decidimos dejar de hacer, hastiados, vencidos por la resignación, el conformismo o, perspectivas, el pragmatismo de quien no puede poner indefinidamente velas contra el viento.