El video de Benny

"Benny's Video" es la segunda película que rodó Michael Haneke. Fue en 1992. 5 años después recurrió al mismo actor protagonista (Arno Frisch) para "Funny games", probablemente su película más conocida (es lo que tiene Cannes).

"Benny's video" desnuda el cine de toda la contaminación emotiva o maniquea que el lenguaje cinematográfico estándar o "mainstream" ha ido acumulando con los años. Haneke es fiel a sí mismo, a sus convicciones, a su proposición artística. No responde, sólo plantea incógnitas, las más incómodas que puede plantear, no nos hace cómplices ni enemigos de sus personajes sino meros espectadores de un vacío existencial que sólo desde nuestros rincones más ocultos podemos llenar de explicación, tenga o no explicación alguna.

Admiro enormemente la sencillez con que Haneke muestra sus historias, sencillez que construye con una precisión absoluta, y con claros y certeros objetivos que ensamblan unas historias que, a nuestros ojos, se desarrollan con gran naturalidad pero que esconden planteamientos de una complejidad y profundidad siempre abisales.

En miradas.net hay un buen artículo sobre Haneke, con una gran primera parte, que flojea en la segunda, parte acerca de "Benny's video", que no deja de ser una buena referencia.

Acerca de qué pongo yo sobre ese chico, sobre Benny, amoral, insensible, psicópata de manual, que se rige por valores morales que no comprende pero respeta por costumbre y transgrede por curiosidad. Sobre sus padres, que le han dado todo lo material que podían darle pero poco de lo emocional que debían. Sobre lo similares que, hoy, me parecen nuestras vidas a las que Haneke representa.

Hoy en día, los salones se construyen alrededor de los televisores. Los sillones no apuntan los unos a los otros, invitando al mutuo excrutinio, a la conversación, sino que miran todos hacia el televisor, único interlocutor autorizado de nuestra mente.
La costumbre, los valores adquiridos en la infancia, nos guían en sentidos contradictorios. El éxito radica a menudo en la miseria. La fama o la riqueza son accesibles tanto por caminos lícitos como ilícitos. Sabemos que los malos ganan. Camino de la modernidad por la vía del consumo, del mercado, del capitalismo, parece más cierto que nunca que hemos convertido la realidad en su representación. Todo es susceptible de ser consumido como espectáculo. Hasta la muerte. Que se lo digan a Reverte, cambiando unos muertos por otros en sus crónicas de guerra, a los realizadores de documentales sobre viajes, que banalizan los lugares, las personas y sus circunstancias hasta el punto de convertir las miserias humanas en parte del interés turístico, del consumo turístico.

Supongo que esto es lo que yo pongo cuando veo una película de Haneke, y agradezco su generosidad al no tratar de imponer ningún criterio sobre lo que representa, al tratar tan sólo de espolearnos para que nosotros mismos, admirados o asqueados de lo que nos muestra, demos nuestras propias respuestas a los interrogantes que se nos plantean.

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