El séptimo continente

La Cinemateca del Museo de Bellas Artes de Bilbao está dedicando desde el 5 de enero un ciclo a Michael Haneke, un director fundamental de los últimos 15 años.

Haneke es una presencia incómoda en el cine actual. Uno de los pocos provocadores que quedan, que busca con cada película que realiza, con cada guión que da forma a cada película, revolver las calmadas aguas de la convivencia de las sociedades desarrolladas para sacar de lo profundo todo lo que, preocupados, confusos, tratamos de olvidar para no tener que cuestionarnos qué somos, qué hacemos y a qué nos conduce todo ello. No le interesan los dramas basados en la pobreza, la desigualdad o la exclusión, ni la ecología, ni las clases sociales, se trata de saltar lo inmediato, lo evidente, y llegar a la causa última, a los elementos que perturban nuestra vida en su misma esencia, pues son los que la constituyen, los que nos hacen como somos, a todos, en unos países mal llamados "desarrollados".

Obviamente, su cine constituye el reverso del cine comercial hollywoodiense (y europeo). Acerca de la relación (antagónica) entre el cine de Michael Haneke y el cine de Hollywood, dice Haneke:

"No odio en modo alguno el cine comercial. Es perfectamente lícito. Hay mucha gente que necesita evadirse porque quizás atraviesen situaciones personales difíciles. Pero eso no tiene nada que ver con una manifestación artística. Una manifestación artística está obligada a confrontarte con la realidad"(miradas.net).

Parece la mejor manera de explicar lo que frecuentemente ocurre con el cine de evasión de Hollywood y también con sus numerosos imitadores europeos. Aparte de la desazón que determinadas películas pueden provocar, muy lejos de la indiferencia o pasajera excitación que causan las de pura evasión, imagino que otro motivo para rechazar el cine con cierto compromiso con la realidad como el de Michael Haneke es que es un tostón, mientras el cine de evasión es entretenido. Esa afirmación es completamente cierta en la medida en que es subjetiva, es decir, sólo puede ser aplicada y comprendida desde el punto de vista del sujeto que la expresa. A ese respecto, otras citas de Haneke puede ser útil para entender el triunfo del cine de evasión:

"My films are intended as polemical statements against the American 'barrel down' cinema and its dis-empowerment of the spectator. They are an appeal for a cinema of insistent questions instead of false (because too quick) answers, for clarifying distance in place of violating closeness, for provocation and dialogue instead of consumption and consensus."(sensesofcinema.com)

y

"Puedo dirigir un carácter en un cuento de tal manera que la suma de sus comportamientos no da una explicación suficiente para sus decisiones. La audiencia tendrá que encontrar uno."(fotograma.com)

Su cine hace preguntas, muestra hechos, provoca y crea diálogo mientras que el cine de evasión da respuestas rápidas (y por ende simples), elimina la observación más cercana de los hechos y establece un falso consenso basado en la aceptación de la respuesta moral que da. Por lo tanto, aquel que no quiera hacerse preguntas, que de hecho renuncie a hacerse preguntas, o que lo encuentre incómodo, se aburrirá viendo una película de Haneke o, lo más probable, se sentirá molesto, no sólo no entenderá la trama ni a los personajes sino que, seguramente, por resortes inconscientes más voluntariosos que él mismo, sentirá cierta ira o malestar contra el autor de semejante "basura" que remueve sus valores a cierto nivel subconsciente y resulta desagradable y prescindible en una aproximación superficial.
Los espectadores que rechazan su modelo de cine están rechazando en realidad el esfuerzo de implicarse en la película para hallar un sentido en ella, para identificar ahí dentro los mismos males y peturbaciones que caminan soterrados en nuestras vidas.

El séptimo continente (Der siebente Kontinent, 1989)

Se trata de su primer largometraje para cine. Con anterioridad ya había trabajado en teatro y TV.

La historia se estructura en tres actos y describe la vida monótona de una familia; la madre, el padre y la hija de ambos. Por medio de la repetición de tareas, de uso de primeros planos a objetos y de unos espacios "de tránsito" (ver más detalles sobre estos elementos sensesofcinema.com) Haneke logra transmitirnos la alienación, el tedio y la ausencia de sentido que encuentran los personajes a sus vidas. Sin embargo, llegar a esta conclusión sólo es posible a través de la proyección de nuestras impresiones al ver la película porque Haneke, fiel a sus ideas, no muestra resortes claros, motivaciones en los personajes. Los lanza al mundo y los deja actuar pero nos oculta las razones que los mueven, de modo que no nos queda más remedio que elucubrar acerca de sus motivos. Lo cierto es que, desde la mera observación de sus vidas, sólo cabe constatar que son vidas monótonas, con modestos éxitos profesionales (un ascenso), dramas familiares cotidianos (la película comienza, entre otras cosas, mencionando la muerte de la madre de la protagonista, sin que sea éste un elemento dramático relevante), y la habitual repetición de hábitos y tareas diaria, hasta el punto de parecer autómatas. Todo común a cuantos vivimos en países desarrollados y que nos permite, en cierta medida, vernos reflejados en las costumbres de esos personajes.

Él mismo lo comenta:

"En El séptimo continente traté de la cosificación de nuestras vidas, que ahora están determinadas por toda una serie de datos. Esto motivó que la película tuviese una estética concreta. Era muy consciente del hecho que un primer plano tiene una significación diferente en el cine y en la televisión. Pero como la sucesión de planos muy próximos no es habitual en la televisión, esto me llevó a pensar que era el discurso apropiado para vehicular este concepto de la cosificación del individuo (...) Del mismo modo, los planos a negro están directamente relacionados con las diversas secuencias. Crean una autentica sensación de fragmentación (...): tenían una duración que variaba de acuerdo con la profundidad de la escena. Si en una secuencia se había de reflexionar mucho, yo hacía un plano negro más largo".(miradas.net)

Nada hay en "El séptimo continente" que la haga aburrida (ni siquiera insoportable en lo emocional). Es absorbente, fascinante incluso, y una lección de cine para imitadores como Darren Aronosfky, cuya celebrada "Requiem por un sueño" peca por exceso de lo que esta película goza por su bien medida contención.

Respecto al resto de la trama de la película y su desenlace (comienza el destripe de la película):

Llegados a un punto la familia decide romper con la rutina en la que se encuentran. Abandonan sus empleos, retiran sus ahorros y parecen decididos a empezar una nueva vida en Australia, referencia a lo largo de toda la película de una vida mejor o al menos de un cambio. Sin embargo ciertos indicios a lo largo del metraje han avisado de que tal vez no sea eso lo que realmente desean hacer (la mujer llorando al ver un accidente en la carretera en el que han muerto un adulto y un niño, la pesadilla del padre que se expresa a través de un creciente rugir del suave oleaje del supuesto paraíso australiano). En un momento dado, el propio protagonista expresa la determinación de los tres (incluida la niña) de morir. El último tercio de la película se dedica a mostrar la sistemática destrucción del hogar (igual de sistemática y repetitiva que la vida que pretenden dejar atrás por esta vía) y el postrero suicidio colectivo, sin que Haneke intente siquiera darnos algún indicio que explique esta decisión, más allá del no querer seguir viviendo pues no encuentran nuevos alicientes.

Sobre la destrucción del hogar Haneke comenta:

"Se puede mirar al fenómeno de la destrucción del propio ambiente en términos de una noción alemana, cuya traducción es “destruye lo que te destruye”. Puede ser visto como una liberación. Pero la forma en la que está representada es más bien la opuesta. Ellos llevan a cabo la destrucción con la misma restrictiva estrechez con la que viven sus vidas, con la misma meticulosidad con la que fue vivida la vida (...) todo este duro trabajo de destrucción simplemente precede a la auto-destrucción." (pulpmovies.org).

Realmente Haneke muestra el vacío existencial de los países "desarrollados". Se pone así a la misma altura que autores como Luis Buñuel, mientras otros más celebrados como Lars Von Trier o Alejandro González Iñárritu parecen más preocupados en llevar el artificio cinematográfico del drama al extremo en vez de diseccionarlo y mostrar la mejor aproximación al terror cotidiano.

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