Las decisiones inocuas (II)
Un mal principio no determina un mal final.
Siempre hay tiempo para rectificar.
Pero la deriva hacia el egoísmo y la cobardía corrompe gradualmente. Lento.
El comienzo es una decisión inocente, no malintencionada, a menudo simplemente es una postura defensiva. El temor al dolor, o, peor, el temor al miedo.
Nos dejamos ir poco a poco y nos volvemos mala gente, y ni siquiera nos damos cuenta. Nunca.
Hace tiempo algo me impresionó. No era algo especialmente impresionante, soy yo, que leí una vez que no hay que perder el poder de asombro, y me impresiono y me asombro con las cosas más comunes que tenemos alrededor, como si pudiesen causar sorpresa la ruindad, la envidia, el autoengaño, la cobardía, todos ellos bajo disfraz o descarnados, y escribí esto.
***************************
Los paseos bajo la piel,
todo parece más sucio.
Reúno valor y busco
más allá de las pisadas y los olores,
y las luces, los tebeos
en callejones aún iluminados,
por detrás del neón.
Mis extras son todos
putas cubanas, drogadictos,
camellos o viejos
con chupa de cuero y la polla tiesa.
De camino en mi vida
no quise pararme y cada
mirada era una sospecha
de necesidad y de vacío.
Buscaba
el porno de andar por casa,
tiendas de segunda mano,
glamour rancio y un café
con leche.
Los secundarios sin rostro,
tal vez sin vida ya, de mi cine,
se hicieron sentir más que nunca
y, sin pedir permiso
(¡qué desconsideración!),
dejaron claro que pudrirse
es un estado físico y emocional
de lo vivo, no sólo de lo muerto.
Y yo, y muchos,
y tal vez todos,
estamos de camino,
pudriéndonos.
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Siempre hay tiempo para rectificar.
Pero la deriva hacia el egoísmo y la cobardía corrompe gradualmente. Lento.
El comienzo es una decisión inocente, no malintencionada, a menudo simplemente es una postura defensiva. El temor al dolor, o, peor, el temor al miedo.
Nos dejamos ir poco a poco y nos volvemos mala gente, y ni siquiera nos damos cuenta. Nunca.
Hace tiempo algo me impresionó. No era algo especialmente impresionante, soy yo, que leí una vez que no hay que perder el poder de asombro, y me impresiono y me asombro con las cosas más comunes que tenemos alrededor, como si pudiesen causar sorpresa la ruindad, la envidia, el autoengaño, la cobardía, todos ellos bajo disfraz o descarnados, y escribí esto.
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Los paseos bajo la piel,
todo parece más sucio.
Reúno valor y busco
más allá de las pisadas y los olores,
y las luces, los tebeos
en callejones aún iluminados,
por detrás del neón.
Mis extras son todos
putas cubanas, drogadictos,
camellos o viejos
con chupa de cuero y la polla tiesa.
De camino en mi vida
no quise pararme y cada
mirada era una sospecha
de necesidad y de vacío.
Buscaba
el porno de andar por casa,
tiendas de segunda mano,
glamour rancio y un café
con leche.
Los secundarios sin rostro,
tal vez sin vida ya, de mi cine,
se hicieron sentir más que nunca
y, sin pedir permiso
(¡qué desconsideración!),
dejaron claro que pudrirse
es un estado físico y emocional
de lo vivo, no sólo de lo muerto.
Y yo, y muchos,
y tal vez todos,
estamos de camino,
pudriéndonos.
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