Obedece a tu madre (II)

¿Eres de los que, de niño, se comía todo porque tu madre te miraba con severidad y te decía que no dejases nada en el plato?
¿Estabas siempre atento a la lección y al profesor, por aburrido que fuese el tema, sólo para evitar su miraba reprobatoria o decepcionada?
¿Te dicen a menudo que eres buena persona?
¿Dedicas mucho tiempo de tu trabajo a resolver los problemas de los demás en vez de los tuyos?
¿Cuando alguna chica habla de tí, lo hace para decir lo majo que eres?
¿Tienes más de treinta años y vives aún con tus padres?

Será mejor que tengas cuidado.
Hasta ahora tal vez creías que todo eso era bueno.
Boris Cyrulnik no lo ve tan claro pero es que además, tenemos una propensión preocupante a ser obedientes... aunque no sea conveniente serlo...

El Experimento de Milgram es un ejemplo magnífico de lo que somos y no sólo por lo que el experimento dice, sino porque, una de la cosas que todo el que conoce el experimento por primera vez piensa, es que él nunca actuaría así, lo mismo que pensaban cuantos participaron.

El experimento es, y cito la Wikipedia un "ensayo científico de psicología social llevado a cabo por Stanley Milgram", cuyo fin era "medir la buena voluntad de un participante a obedecer las órdenes de una autoridad aun cuando éstas puedan entrar en conflicto con su conciencia personal".

"A través de anuncios en un periódico de New Haven (Connecticut) se reclamaban voluntarios para participar en un ensayo relativo al estudio de la memoria y el aprendizaje en Yale, por lo que se les pagaba cuatro dólares más dietas. A los voluntarios que se presentaron se les ocultó que en realidad iban a participar en un investigación sobre la obediencia a la autoridad. Los participantes eran personas de entre 20 y 50 años de edad de todo tipo de educación: los había que acababan de salir de la escuela primaria a participantes con doctorados.

El investigador comunica al participante voluntario a investigar y a otro que se hace pasar también por participante, pero que en realidad es un cómplice del investigador, que están participando en un experimento para probar los efectos del castigo en el comportamiento del aprender. Se les señala que es escasa la investigación llevada a cabo en este campo y se desconoce cuánto castigo es necesario para un mejor aprendizaje.

A continuación, cada uno de los dos participantes escoge un papel de una caja que determinará su rol en el experimento. El cómplice toma su papel y dice haber sido designado como alumno. El participante voluntario toma el suyo y ve que dice maestro. En realidad en ambos papeles ponía maestro y así se consigue que el voluntario con quien se va a experimentar reciba forzosamente el papel de maestro.

Separado por un módulo de vidrio del maestro, el alumno se sienta en una especie de silla eléctrica y se le ata para impedir un movimiento excesivo. Se le colocan unos electrodos en su cuerpo con crema para evitar quemaduras y se señala que las descargas pueden llegar a ser extremadamente dolorosas pero que no provocarán daños irreversibles. Todo esto lo observa el participante.

Se comienza dando tanto al maestro como al alumno una descarga real de 45 voltios con el fin de que el maestro compruebe el dolor del castigo y la sensación desagradable que recibirá su alumno. Seguidamente el investigador, sentado en el mismo módulo en el que se encuentra el maestro, proporciona al maestro una lista con pares de palabras que ha de enseñar al alumno. El maestro comienza leyendo la lista a éste y tras finalizar le leerá únicamente la primera mitad de los pares de palabras dando al alumno cuatro posibles respuestas para cada una de ellas. Éste indicará cuál de estas palabras corresponde con su par leída presionando un botón (del 1 al 4 en función de cuál cree que es la correcta). Si la respuesta es errónea, el alumno recibirá del maestro una primera descarga de 15 voltios que irá aumentando en intensidad hasta los 30 niveles de descarga existentes, es decir, 450 voltios. Si es correcta, se pasará a la palabra siguiente.

El maestro cree que está dando descargas al alumno cuando en realidad todo es una simulación. El alumno ha sido previamente aleccionado por el investigador para que vaya simulando los efectos de las sucesivas descargas. Así, a medida que el nivel de descarga aumenta, el alumno comienza a golpear en el vidrio que lo separa del maestro y se queja de su condición de enfermo del corazón, luego aullará de dolor, pedirá el fin del experimento, y finalmente, al alcanzarse los 270 voltios, gritará de agonía. Lo que el participante escucha es en realidad un grabación de gemidos y gritos de dolor. Si el nivel de supuesto dolor alcanza los 300 voltios, el alumno dejará de responder a las preguntas y se producirán estertores previos al coma.

Por lo general, cuando los maestros alcanzaban los 75 voltios, se ponían nerviosos ante las quejas de dolor de sus alumnos y deseaban parar el experimento, pero la férrea autoridad del investigador les hacía continuar. Al llegar a los 135 voltios, muchos de los maestros se detenían y se preguntaban el propósito del experimento. Cierto número continuaba asegurando que ellos no se hacían responsables de las posibles consecuencias. Algunos participantes incluso comenzaban a reír nerviosos al oír los gritos de dolor provenientes de su alumno.

Si el "maestro" expresaba al investigador su deseo de no continuar, éste le indicaba imperativamente y según el grado:

* Continúe, por favor.
* El experimento requiere que usted continúe.
* Es absolutamente esencial que usted continúe.
* Usted no tiene opción alguna. Debe continuar.

Si después de esta última frase el maestro se negaba a continuar, se paraba el experimento. Si no, se detenía después de que hubiera administrado el máximo de 450 voltios tres veces seguidas.

En el experimento original, el 65% de los participantes (26 de 40) aplicaron la descarga de 450 voltios, aunque muchos se sentían incómodos al hacerlo. Todo el mundo paró en cierto punto y cuestionó el experimento, algunos incluso dijeron que devolverían el dinero que les habían pagado. Ningún participante se negó rotundamente a aplicar más descargas antes de alcanzar los 300 voltios.

El estudio posterior de los resultados y el análisis de los múltiples tests realizados a los participantes demostraron que los maestros con un contexto social más parecido al de su alumno paraban el experimento antes."

De la gente que conozco, temo en que pocos pararían pronto... aunque estoy seguro de que, si les pregunto, todos dirían que jamás harían algo parecido...

¿Qué crees que harías tú?

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