Resaca y apariencia (II)

Vienes y vas y tu paso, tu paso traza un nuevo comienzo.
Nada antes de ti es seguro.
Cuando estás, todo es presente y pasado. Nada es más allá de tu lado.
Cuando te vas, todo está por ser de nuevo.
Y aunque dentro se desligan las amarras del amor y la esperanza, fuera parece igual y mis sonrisas son tan anchas y mis abrazos tan estrechos y te miro con lágrimas prometidas que nunca llegan pero que intuyes. Siempre intuyese algo mejor y más alto para ese día de mañana que una ola borra dejando un día de hoy cualquiera.

Me perdí buscándome y llegué a mí en el mismo punto en que partí, el mismo día inmóvil, el mismo sol apagado y frío y allí seguía yo, idéntico.
Me abracé pero no era yo lo que abrazaba, un sedimento oscuro me separaba de mí y ni los espejos, ni las miradas que nos contemplan a diario podrían jamás adivinarlo pero no éramos el mismo.

Cada mañana se presenta a mis ojos, a mis pies, a mis tripas con la misma indiferencia que la anterior. Una tras otra se hermanan, se devoran o reviven para verme errar una vez más. Y ven siempre lo mismo. Y lo mismo veo yo. Lo mismo vivo.

Y, a pesar de todo, del amanecer que limpia el parabrisas de mi existencia para arrancar bichos y lluvia y barro, hasta devolverme los segundos arrebatados; ya no soy el mismo.

Ya no me reconozco y no veo diferencia alguna.

Hace un año:
-Obras de arte (cosas de Fresán).

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