Ley del movimiento perpetuo
El movimiento perpetuo. Una de las grandes quimeras de la física desde hace siglos.
Cuando la energía era un bien escaso y costoso (cuando realmente era escaso y costoso), el movimiento perpetuo, es decir la energía infinita a coste marginal cero o cercano a cero, era el gran objetivo de los inventores, filósofos y demás chusma creativa.
Hoy en día sabemos por nuestros bienqueridos físicos, que eso de conseguir infinita energía con un único esfuerzo inicial, es decir, un infinito beneficio de un único bien, es imposible, pero imposible-imposible-imposible, porque la vida imita a la religión, o a la inversa, y realmente aquí las cosas se ganan con el sudor de la frente de uno, o el sudor de la frente de otro, pero siempre habrá sudor, porque todo cuesta, y todo exige un esfuerzo, un precio... o no.
La economía es una ciencia mucho más flexible que la física. ¿La física trata de elementos inmutables?, no, la física trata de elementos que el hombre no puede modificar. Seguramente, si pudiésemos, cambiaríamos la velocidad de la luz, o su dirección, para poder cobrar por ella. Dejar a oscuras a África, que no tiene con qué pagar por un bien tan preciado como luz de sol, o cualquier otra estupidez tan nuestra.
Pero la economía versa acerca de personas, y de las relaciones (¿leyes?) entre personas, y esas sí podemos manipularlas. Y en este estado de hecho y sobretodo de derecho, podemos conseguir nuestra particular máquina de movimiento perpetuo con sólo torcer levemente las leyes que nos rigen y relacionan, las que nos hacen iguales, o casi, o para nada.
Cobrar infinitas veces por un único producto.
Sería una quimera si no fuese porque existen las patentes. Pero las patentes no son malas, protegen la innovación y la incentivan. A menos que... a menos que no patentes un invento, sino una idea. Si me imagino algo y lo patento, cuando alguien lo invente, le cobraré porque yo lo imaginé antes. ¿Imposible?, EEUU lo hace, y quieren que nosotros lo hagamos también. De hecho la Comisión Europea quiere que lo hagamos. Y lo haremos...
Por ejemplo, hay muchos motivos para temer las patentes de software, y muchos malos ejemplos que poner en esto de las patentes (1, 2, 3, 4, 5, 6, y muchas más...)
Y mejor no hablemos de patentar genes, de patentar semillas alteradas genéticamente. De apropiarse de un bien común, universal y usarlo para el lucro personal.
De emitir licencias restrictivas para usar programas informáticos, de impedir la reproducción de discos compactos o DVD's en cualquier soporte sino sólo en algunos. Prohibir su grabación.
De cobrar derechos de autor a un canal de TV cada vez que se emite un programa, a los bares por tener TV con la que emitir ese programa, a los espectadores por comprar una cinta VHS con la que grabar ese programa o, a este paso, a los espectadores que graben en un disco duro ese programa...
De alargar los derechos de autor durante interminables años (hoy en España los derechos de explotación de la obra duran toda la vida del autor y 70 años después de su muerte o declaración del fallecimiento).
¿Cuál será el siguiente paso?, ¿impedir que los lectores puedan prestar sus libros?, del mismo modo que se va a imponer un canon a las bibliotecas por derechos de autor, ¿nos lo pondrán a los particulares?
Porque un libro no es un libro, es el número de lectores por cuyas manos pasa. Y, de este modo, ya tenemos los caminos para el imposible. Para la infinita rueda del dinero entrando a espuertas sin que hagas nada salvo patentar el peinado a lo Anasagasti... y exigir una compensación económica a todo aquel que lo lleve (ver el ejemplo 1).
Qué alivio que ya no programo, ni presto libros, ni grabo casetes, ni dejo películas a nadie. Tal vez un día alguien apareciese en la puerta de mi casa reclamando todo el dinero que les debo... O tal vez lleguen para pedirme una compensación por portar información genética de su propiedad en mi cuerpo.
Cuando la energía era un bien escaso y costoso (cuando realmente era escaso y costoso), el movimiento perpetuo, es decir la energía infinita a coste marginal cero o cercano a cero, era el gran objetivo de los inventores, filósofos y demás chusma creativa.
Hoy en día sabemos por nuestros bienqueridos físicos, que eso de conseguir infinita energía con un único esfuerzo inicial, es decir, un infinito beneficio de un único bien, es imposible, pero imposible-imposible-imposible, porque la vida imita a la religión, o a la inversa, y realmente aquí las cosas se ganan con el sudor de la frente de uno, o el sudor de la frente de otro, pero siempre habrá sudor, porque todo cuesta, y todo exige un esfuerzo, un precio... o no.
La economía es una ciencia mucho más flexible que la física. ¿La física trata de elementos inmutables?, no, la física trata de elementos que el hombre no puede modificar. Seguramente, si pudiésemos, cambiaríamos la velocidad de la luz, o su dirección, para poder cobrar por ella. Dejar a oscuras a África, que no tiene con qué pagar por un bien tan preciado como luz de sol, o cualquier otra estupidez tan nuestra.
Pero la economía versa acerca de personas, y de las relaciones (¿leyes?) entre personas, y esas sí podemos manipularlas. Y en este estado de hecho y sobretodo de derecho, podemos conseguir nuestra particular máquina de movimiento perpetuo con sólo torcer levemente las leyes que nos rigen y relacionan, las que nos hacen iguales, o casi, o para nada.
Cobrar infinitas veces por un único producto.
Sería una quimera si no fuese porque existen las patentes. Pero las patentes no son malas, protegen la innovación y la incentivan. A menos que... a menos que no patentes un invento, sino una idea. Si me imagino algo y lo patento, cuando alguien lo invente, le cobraré porque yo lo imaginé antes. ¿Imposible?, EEUU lo hace, y quieren que nosotros lo hagamos también. De hecho la Comisión Europea quiere que lo hagamos. Y lo haremos...
Por ejemplo, hay muchos motivos para temer las patentes de software, y muchos malos ejemplos que poner en esto de las patentes (1, 2, 3, 4, 5, 6, y muchas más...)
Y mejor no hablemos de patentar genes, de patentar semillas alteradas genéticamente. De apropiarse de un bien común, universal y usarlo para el lucro personal.
De emitir licencias restrictivas para usar programas informáticos, de impedir la reproducción de discos compactos o DVD's en cualquier soporte sino sólo en algunos. Prohibir su grabación.
De cobrar derechos de autor a un canal de TV cada vez que se emite un programa, a los bares por tener TV con la que emitir ese programa, a los espectadores por comprar una cinta VHS con la que grabar ese programa o, a este paso, a los espectadores que graben en un disco duro ese programa...
De alargar los derechos de autor durante interminables años (hoy en España los derechos de explotación de la obra duran toda la vida del autor y 70 años después de su muerte o declaración del fallecimiento).
¿Cuál será el siguiente paso?, ¿impedir que los lectores puedan prestar sus libros?, del mismo modo que se va a imponer un canon a las bibliotecas por derechos de autor, ¿nos lo pondrán a los particulares?
Porque un libro no es un libro, es el número de lectores por cuyas manos pasa. Y, de este modo, ya tenemos los caminos para el imposible. Para la infinita rueda del dinero entrando a espuertas sin que hagas nada salvo patentar el peinado a lo Anasagasti... y exigir una compensación económica a todo aquel que lo lleve (ver el ejemplo 1).
Qué alivio que ya no programo, ni presto libros, ni grabo casetes, ni dejo películas a nadie. Tal vez un día alguien apareciese en la puerta de mi casa reclamando todo el dinero que les debo... O tal vez lleguen para pedirme una compensación por portar información genética de su propiedad en mi cuerpo.