que no alumbran
En el momento exacto
en que sus ojos me miran
se detienen los relojes y los parpadeos
y los latidos.
Luego,
cuando ya no me mira,
los perros ladran y dan vueltas desorientados,
los gatos se esconden,
conductores y peatones se detienen
y se observan, aturdidos.
Y yo paseo largas horas
desamparado, bajo soles
que no alumbran, ni calientan,
ni cobijan,
y guardo esa mirada en mi memoria
por si jamás me mirara de nuevo.