Regular o no regular

Con cierta frecuencia leo textos y comentarios en internet de corte liberal, a veces puramente liberales y otras contaminados por ciertas posturas conservadoras o radicales. Estos textos, como suele ocurrir en internet, son imprecisos, a veces poco documentados (especialmente si son comentarios, claro), incompletos o directamente falaces. Para desquitarme un poco de tanta militancia liberal he escrito este texto, impreciso, poco documentado, incompleto pero eso sí, nada falaz. Para aclarar algunas cosas acerca de la regulación/intervención del estado.

Para liberales desnortados:

Un mercado desregulado no funciona, por el hecho mismo de estar desregulado, mejor que uno regulado.

No existe el mercado perfecto y, por contra, sí existen las posiciones dominantes, las relaciones desiguales entre los participantes en un mercado o la información asimétrica.

Un consumidor solo no tiene casi nada que hacer frente a una empresa. Y una empresa, por otro lado, no busca necesariamente la satisfacción del consumidor, de modo que el conflicto no es sólo posible sino probable, y dejar al consumidor solo frente a la empresa es fomentar los David frente a Goliat, sin que haya ninguna garantía de éxito para los David.

Del mismo modo, no existe relación de igualdad entre trabajadores y empresarios. Desregular el mercado de trabajo y atacar la negociación colectiva no sirve, como quiere hacerse ver, necesariamente para mejorar la productividad. No tienen relación directa pero sí indirecta, aunque de hecho en España esa relación indirecta, es la inversa. Lo que sí existe es una relación directa entre flexibilización y precariedad: Si debilitas al trabajador frente a la empresa, ésta abusará más, cosa que por cierto, ha hecho y aún hace.

Hay mercados como el eléctrico o las telecomunicaciones cuyas exigencias en inversiones iniciales son muy altas y los beneficios se distribuyen a lo largo de un periodo muy amplio. Es por ello que a priori es difícil que entren nuevas empresas pues ambos ya son factores que dificultan la aparición de nuevas empresas y además está el factor tecnológico. Eso implica que durante mucho tiempo (tal vez siempre) será muy difícil que existan unas condiciones de auténtica competencia en esos mercados. ¿Regula entonces el mercado óptimamente sectores como estos?. No, claro que no. Podría haber docenas de abusos: precios desorbitados (¿alguien se ha puesto a comparar los precios del ADSL y el cable módem entre España y el resto del mundo desarrollado?), servicios ridículos (¿alguien recuerda cuando los sms eran gratis?, ¿por qué cobran ahora un servicio que para ellos implica tan poco ancho de banda?, ¿por qué duró tanto la "banda ancha" de 300 Kbps?) o que las operadoras pacten precios (que no lo hacen, que no, ¡cómo lo van a hacer hombre!, si además está prohibido...), ¿debería el estado quedarse calladito y quieto?, en mercados como ése, las compañías serán siempre pocas, con facilidad para el oligopolio, el pacto de precios, el abuso de posición, con regulación y sin ella, pero sin ella, ¿qué hace el consumidor?, ¿ir a juicio?, ¿con qué medios?, ¿frente a una empresa que factura miles de millones y tiene docenas de abogados?...

El liberalismo promulga la no intervención del estado en el mercado, porque el mercado optimiza la asignación de los recursos y el estado desvirtúa ese axioma (y digo bien, axioma, dado que no es un hecho probado). Cuando hay una situación de desigualdad en una relación en la que esa desigualdad no debe existir o perjudica a una parte, que es sometida por la otra, ¿no es bueno que el gobierno regule?. No, nunca, porque existen otros medios para que un ciudadano se defienda: el arbitraje o el poder judicial. Pero el primero es regulado por el estado y, además, voluntario, y el segundo nos sitúa en el mismo lugar: el individuo, con posibilidades muy limitadas, frente a las empresas, que disponen de más tiempo y recursos. Claro que ganaría algún caso el individuo y de hecho ya los gana pero creo que en general no se haría justicia.

Entonces, ¿dónde queda el liberalismo?. En el mismo sitio donde ha estado siempre, en el precario equilibrio entre los intereses colectivos y los intereses individuales, entre los deseos enfrentados de las personas, entre las elecciones de subóptimo de la teoría de juegos, en el lugar mismo en que el liberalismo pone de manifiesto sus virtudes y también sus limitaciones como modelo para interpretar y regir las relaciones humanas. Una referencia, no una panacea.
Y la regulación de mercados (y por extensión el intervencionismo del Estado en general) queda donde siempre debería estar, en el mismo sitio que el liberalismo.

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