I wish that every kiss was nerverending


Desde las 16:23 a las 16:30. Los siete minutos de mi romance. Revolver el mismo caldo primigenio para encontrar una formulación nueva de la vida, del amor.

No me digas lo que debo hacer. sé perfectamente lo que debo hacer. no encuentro maneras, formas. Las formas. Nunca hay otra cosa sino formas nuevas para proyectar, ensanchar, agigantar pequeñas novedades que, sumadas pacientemente, conducen a caminos tan distantes y siembran campos de esperanza siempre agostados por la madurez temprana de propuestas inconstantes, incoherentes, fútiles.

Marx parece, amado y odiado, el referente último de un mundo entregado a ganar y obligado a perder. Somos lo que no somos, no somos Marx ni lo queremos ser. No recuerdo a Keynes, ¿quién es Keynes?, ¡a quién le importa! El adorable y cariñoso Milton, y su obsesión con el dinero. Padre de tantos y tan ignorado. David Ricardo se pudre en el olvido y Adam Smith rumia indignado, tanto trabajo, tan imitado y aún Carlos me gana en el recuerdo.

Será que odiamos mucho más que amamos. Más intenso, más tiempo y a mayor número. Babosos que desconocemos y no queremos conocer. Odio y desprecio. Años de odio que el cuerpo acumula en cada molécula como la peor de las sustancias bioacumulables.

Hace tiempo que se acabó mi tiempo y el tiempo se presta desinteresado a ayudarme pues siempre anda buscando alguna novedad y todos somos novedad para cada nuevo segundo que llega curioso al mundo y pronto, ya, lo está abandonando.

Te quiero, claro que te quiero, cómo no quererte. Y nunca será suficiente y siempre seré demasiado de esas otras cosas que te desquieren y te vuelven una, hasta no quererte más y querer a otra, la que no eres, ni eras, la que fui haciendo contra ti, contra lo que siempre fuiste y una vez amé.

Mañana o pasado o nunca publicaré esto. Es sólo un lunes más y diez minutos robados al trabajo.

Entradas populares de este blog

Pedro Salinas - Si me llamaras

Joaquín Reyes - La Hora Chanante

Primera evocación