Caidas sin freno


No he sido nunca especialmente bueno.
He sido ingenuo, apocado, conformista. Bueno no he sido.
Si lo fui de pensamiento fue tal vez por cobardía.
Si lo fui de obra fue por sentimientos o valores que cada día extraño menos.
Pero si me mirases a los ojos, si creyeses que con excrutar mi superficie
basta para juzgar a un hombre,
dirías que parezco bueno.
Si tomases algo más de tiempo, por precaución e inteligencia, en juzgarme
esperarías a ver lo que unos pocos actos digan de mí.
Tal vez fuesen positivos. O neutros. Suelen serlo, ya he hablado de mi cobardía.
Pero no soy bueno.
Me lo dice el fuero interno, ese cabrón respondón que los más gilipollas llaman "de la conciencia". Al mío le afinó la voz un montón de marujas desocupadas aficionadas a adoctrinar infantes en los misterios de Dios y en las bondades de Cristo.
Ése, que me conoce, sabe que no soy bueno.

Habrá quien me conozca, que lea esto y desconfíe. "No es cierto, eres bueno." me dirán compasivos o desconcertados por mi salida del tiesto. Recelad, mi sonrisa esconde todos mis sentimientos bajo una única máscara.

Habrá quien me conozca, que lea esto y vea su opinión respaldada. Es cierto, no soy bueno. Y con todo, miro a mi alrededor y veo los mismos hijos de puta cobardes en todas partes, dispuestos a hacer daño con ojos de cordero, tirando la piedra y escondiendo la mano, sonriendo a caras y apuñalando espaldas. Soy malo pero veo poca gente que sea menos hija de puta que yo.

Tú, por ejemplo, cómo saber si eres bueno.

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