¡Si me llamaras, sí, si me llamaras! Lo dejaría todo, todo lo tiraría: los precios, los catálogos, el azul del océano en los mapas, los días y sus noches, los telegramas viejos y un amor. Tú, que no eres mi amor, ¡si me llamaras! Y aún espero tu voz: telescopios abajo, desde la estrella, por espejos, por túneles, por los años bisiestos puede venir. No sé por dónde. Desde el prodigio, siempre. Porque si tú me llamas -¡si me llamaras, sí, si me llamaras!- será desde un milagro, incógnito, sin verlo. Nunca desde los labios que te beso, nunca desde a voz que dice: "No te vayas." Pedro Salinas La voz a tí debida, 1933 Pedro Salinas fue uno de esos autores del 27 al que en el instituto no presté, en un primer momento, demasiada atención. Eran todos importantes, sí pero Aleixandre era premio Nobel, Alberti era mucho más conocido... al final Salinas (como aún hoy me pasa con Cernuda) perdía protagonismo y se convertía en bulto de ese grupo de poetas que reivindicaban a Góngora. Unos ...
No había pensado publicar nada sobre la muerte de Ángel González, me ha movido a ello leer a una gran fotologuera. No se trataba de una idea descartada sino de que, creo, la muerte de Ángel González no es tal. No puede morir porque le sigo leyendo, que es, casi, todo lo vivo que le he conocido. Pero sobre todo, y más allá de esa retórica idiota, creo que no me planteé siquiera homenaje alguno porque Ángel es, como Pedro Salinas (más aún que Salinas), la prolongación más alta de mi pensamiento. En él se materializaron hace ya 50 años, ideas que aún hoy, yo no hubiese sabido expresar con la precisión en forma y fondo que Ángel González puso en sus poemas. Su muerte es por ello algo íntimo, no familiar pero sí privado, pues era un compañero mudo que me conocía y me acompañaba. Este es el texto que escribí hace poco menos de tres años, sobre la visita de Ángel González a Bilbao: El pasado martes 28 de junio Ángel González participó en Bilbao en la presentación del último número de la revi...
En este blog solo queda el recuerdo de que una vez fue un blog. Un blog con seguidores, escasos pero tan reales como internet permite, donde unos y otros leíamos y éramos leidos compartiendo anonimatos, cuando escribir aún era relevante. Hoy los enlaces a otros blogs, los pocos que aún quedan, son ecos de lo que fue, restos abandonados a su suerte que perviven gracias a la indiferencia de la red. Y así, mis mensajes, que ya solo miran atrás para observar esa memoria perpetua y mutable. Para despedirme siempre de lo que era y de lo que no fui. Del mismo modo, vuelvo cada verano a la casa en el pueblo de mi abuela, varada para siempre en su muerte y en su memoria y las inevitables y forzosas reformas que ahora hacemos hacen aún más dolorosa la perenne despedida, la misma que no termino de llevar a término aquí pues siempre estuve cómodo en estos monólogos solitarios.