Dime con quién follas...


...y te diré quién eres.

Fotografía:parlDarth Vader haciendo un uso inapropiado de la fuerza en el trabajo

Hasta hace poco pensaba que el tema de las relaciones sexuales jefe-empleada era un tópico infrecuente. Me refiero a ese tópico del jefe cincuentón, casado y salido que tontea indisimuladamente con sus jóvenes empleadas y trata de llevárselas a la cama con frecuente éxito. Obviamente las chicas lo hacen con el afán de conservar su empleo o recibir un premio mayor: un aumento, un regalo o incluso la posibilidad de pasar a ser "mantenidas" por su jefe.

Resulta que desde hace unos meses he descubierto en mi entorno dos casos que responden a este modelo a la perfección, y en ambos hombres maduros han intentado liarse con varias de sus empleadas y, cosa inverosímil para mí pero cierta, lo han logrado con bastantes.

El caso más cercano ha terminado con la separación del jefe de su esposa, una mujer que irónicamente ha llevado siempre una vida de trabajo y sacrificio en beneficio de ambos, y el paso a la convivencia con la treintañera que trabajaba para ambos (la última de sus conquistas).

Lo que más me sorprende de esta situación no es el comportamiento de esos hombres pues responde a su catadura moral y es la única vía de que disponen para poder ligarse chicas jóvenes que no incluya ir a un puticlub, por lo que es difícil que se resistan a intentarlo, sino el de las mujeres que, pudiendo disponer de muchas más alternativas para encontrar un hombre que satisfaga todas sus necesidades, optan por rebajarse a la libido de unos jefes en los que no concibo que hallen atractivo alguno.

Es posible que alguna mujer pueda explicarme qué interés encuentra una chica joven en un viejo verde fondón. La madurez pero sobretodo la estabilidad económica me parecen los motivos más probables. En este último caso, nos encontraríamos con una situación que, perversamente, podría interpretarse como un intercambio en el que una chica joven pone su cuerpo a disposición de su jefe a cambio de dinero, de una seguridad económica.

Y eso suena fatal, claro.

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