Llámame

Hay chicas que no me han vuelto a llamar nunca.
Hay otras que jamás me llamaron.
Algunas me han llamado mucho más de lo que yo quería
y otras mucho menos, a pesar de llamarme mucho.
A una pensé comprarle regalices rojos de regalo si me llamaba
pero aquel día no me llamó.
Pasado un tiempo la llamé
pero hacía tiempo que se había mudado.
Las que me llamaron poco, bueno, algunas fue una suerte y otras,
otras aún las recuerdo.

De todas ellas sé los nombres,
incluso de las que olvidé un tiempo.

A todas ellas las llamé poco o nada
y no por no pensar en ellas
o no quererlas, o por ser un tío.

Y por todo ello.

De algunas sé el porqué no he vuelto a verlas,
de otra temo saberlo, de otras lo lamento
y de unas pocas aún no lo entiendo.

Las del temor, el lamento y la incertidumbre me rondan a veces el recuerdo más triste, porque paso por los huecos del tiempo con fingida indiferencia, sin hacer preguntas y sin dar respuestas. Y no formularlas, las preguntas, es tenerlas ya respondidas; no hacen falta respuestas. Y sin embargo, como la chica del anuncio (es que no somos nada), extraño esas respuestas que no necesito.

(Digresiones: Uno, me he leido un relato corto de Oscar Wilde, "El crimen de Lord Arthur Saville". Hasta ahora, no había leído nada suyo y me impresiona lo irónico, tal vez incluso sarcástico, de su retrato de la nobleza inglesa. Me encanta. Dos, qué bonita es Granada).

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