Cine de bus

Hay dos cosas que siempre han estado presentes en mis viajes en autobús. Los mareos y las películas. Los mareos han ido a mejor. Las películas es algo discutible...

Cuando era pequeño y viajaba en autobús (cada verano para ir de vacaciones al pueblo de mi abuela) era extraña la ocasión en que la película que ponían no fuese algún western de Bud Spencer y Terence Hill. Me encantaban. El mismo autobús viejo y maloliente, y las mismas cintas de vídeo año tras año con películas casposas y divertidísimas que, por suerte, no he vuelto a ver.

Recuerdo también un viaje con el colegio en séptimo u octavo de EGB. El conductor de autobús, en un arranque de afán educativo, eligió pasar de "Las tortugas ninjas" y nos calzó una porno-soft que nos resultó de gran interés, más aún cuando pasaba el tiempo y nuestra tutora y profesora de inglés (la buenorra del cole, joven, inestable y que llegaba a menudo a clase con gafas de sol en días de intensa lluvia) permanecía indiferente a los gemidos que emitían los altavoces hasta que, lamentablemente, se coscó.

Conseguir trabajo en una ciudad a 400 km. del lugar donde vive tu novia es un buen estímulo para viajar. Aquella fue una época interesante en mi larga relación con el cine de autobús. Lo más positivo fue sin duda topar con un conductor que tenía la costumbre de pasar siempre una película de cine clásico americano (años 50-60) y a continuación otra más moderna, siempre de buena calidad. Además nunca se repetía (seguramente las traía de su casa). Sin embargo, obviando los conductores que, en deferencia a los clientes que trasladaba de un lugar a otro, pasaban casi 5 horas sin poner ni una película y además (en autobuses provistos de toma de auriculares) ponían el carrusel deportivo por los altavoces a tope, la media cinéfila de los conductores ha sido y es bastante baja.

La memoria me falla en esto de las torturas cinéfilas por carretera pero creo que mi peor experiencia abarcó dos semanas. Un viernes el conductor, aleccionado tal vez por alguna hija adolescente trastornada, nos obligó a todos a oír (ver era opcional pero, sin toma de auriculares, oír era obligatorio) "Dirty Dancing". Al llegar el domingo a la estación de autobuses resultó que me tocaba volver en el mismo autobús, con el mismo conductor. Parecía difícil que el elemento repitiese película pero igual le gustaban las canciones porque nos la endiñó. El viernes siguiente podéis imaginar qué autobús me tocó y qué película volví a ver...

Algo similar sufrí con "Men in black" y con más películas que, afortunadamente, no recuerdo.

Y todo este preámbulo de recuerdos para hablar de lo que me tocó soportar el otro día.
Viernes. Autobús. 5 horas de viaje. Dos películas. La primera no la recuerdo, la había visto ya, o no, pero no me interesó lo suficiente para verla. Luego, sorpresa, "La defensa Luzhin", una película europea (veo poco cine europeo, por lo que era un estímulo para verla), con un par de protagonistas de órdago (Emily Watson y John Turturro) y de la que recordaba (eso creía y creo) buenas críticas. Pues vamos a verla.

Como dirían Faemino y Cansado: "Podríamos decir 'joder, que mala suerte tuvo, y tal', ¿no? 'es que no le fue bien y tal'. Nonono. Se comió la mierda. Podríamos decir... Nono, se comió la mierda, vaya."

Y me la comí. El que no quiera saber detalles de la trama que no lea más (spoilers a la vista).

Imagino que la novela de Nabokov en que se basa es una buena novela. No importa mucho porque la película está llena de arquetipos y de personajes que hacen cosas sin que uno llegue a entender nunca por qué las hacen, porque nunca se explica bien qué les mueve a hacer o decir lo que hacen y dicen. Surge el amor entre los protagonistas y se afianza a lo largo de la película sin que se entienda cómo. El ritmo es tedioso y, salvo en el desenlace, la película se hace aburrida, incluso desesperante por el afán de subrayar una vez y otra el desvalimiento del protagonista que, en un acto de liberación que su enamorada compañera ayuda a provocar sin saberlo (a pesar de querer ayudarle en todo momento), se suicida. El colofón es la emocionada y orgullosa reivindicación de la "viuda" (no llegan a casarse) del superior talento del muerto como ajedrecista.
Por supuesto, mostrar durante 90 minutos un personaje desvalido y luego matarlo hace que te acongojes pero esta película lo hace mal, muy mal, y jode haber gastado el tiempo en unos sinsabores tan baldíos.

El domingo por suerte, me tocaron dos películas menos ambiciosas y, tal vez gracias a eso, mucho más agradables, "Elling" y "Despertando a Ned".

A ver qué me toca la próxima vez.

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