Calvin y Hobbes


En 1998 Manuel Barrero publicó en el número 13 de la extinta revista/fanzine "La
Comictiva" un artículo realmente bueno sobre Calvin y Hobbes. Sus comentarios acerca de la edición en castellano del tebeo han quedado un poco desfasados pero el resto es muy interesante.

"CALVIN & HOBBES, o como leer tebeos de (que no para) niños y disfrutar como un ídem.

No, no se han agotado las ideas en el inmenso y añoso campo de las "comic-strips", tanto en las plagadas por "funny animals" como en las típicas "family strips", casi tan antiguas como el arte de la Historieta. Es por tanto Calvin y Hobbes la continuación de un legado y no la continuación de un género, el de la tira periodística, que utiliza a un niño como protagonista, tópico recurso del humor que en muchas ocasiones ha producido monstruos.
Está a debate la afirmación de que la Historieta nace con niños como protagonistas (no lo eran en las creaciones de Rodolphe Topfler, desde 1827, cuna de la protohistorieta) mas, lo que sí es cierto es que su utilización ha servido como válvula de escape de la maldad contenida del adulto, insistente en alojarse en sus cuerpecitos receptores del inevitable castigo bien como mensaje moralista de la época bien como herramientas del humor más cruel. Max und Moritz de Wilhelm Busch, Buster Brown de R.F. Outcault y The Captain and the Kids de Rudolph Dirks inauguran el género de las llamadas "kid strips", mostrando un ejército de infantes apaleados por su sevicia (elimino del grupo a Little Nemo, pese a que también era reprendido, en off, tras su agitado sueño y consiguiente caída del lecho). Poco a poco, el niño
es desplazado de su papel protagonista, ya desde Kin-der-kids de Lyonel Feinniger, pasando a integrarse en las "family strips" ante el reclamo de un público que quería verse reflejado en la prensa diaria en tiras con mayor contenido de crítica social.

Así pues, los niños pasan a formar parte de la cotidaneidad o se les alberga en un cuerpo crecido (el fascinante Bringing Up Father de George McManus) o pasan a obtener en sus tiras una orientación adulta alejada del universo fantástico de los cartoonists pioneros, caso éste de Reglar Fellers de Gene Byrnes o del Smitty de Walter Berndt. Aunque persisten luego, estos adorables personajes se transparentan más en las "funny animals" tipo Pogo de Walt Disney, que es un género que pasó a ocuparse mayormente de la aventura.

Calvin y Hobbes, que nace como tira de comics en 1985 (el 18 de noviembre, en el Cincinnati Post), es el vertido de todos los comentados: con el "funny animal" Hobbes, el onirismo de un mundo propio creado por el niño, la irredente personalidad de un infante descontento, peleón y rebelde (algo ya tratado en las tiras de Nancy de Ernie Bushmiller) y la estupefacción ante el mundo real que caracteriza al Peanuts de Charles Schultz y a la Mafalda de Joaquín Lavado, Quino.

El mismo Bill Watterson (1959) reconoce que su personaje infantil tiene un "pequeño lado oscuro", sin embargo no es la suya la típica tira de adulto devenido en niño malo que suelta su pataleta disconforme. No, Calvin, por fin, es un niño de verdad, con la imaginación desbordante de la infancia, travieso sin conciencia de su maldad (pese a que se muestre diabólico a veces) y que se conduce en el mundo guiado por un espíritu perezoso, desenfadado, transgresor si se quiere, en el nos vemos desesperadamente reflejados en la necesidad de recuperar la infancia perdida, o sea, la libertad como algo absoluto.

Efectivamente, los nombres de los protagonistas han sido tomados del teólogo John Calvin (conocido por estos lares como Juan Calvino) y del filósofo Tomas Hobbes. No parece tratarse de una elección caprichosa por parte del autor; Calvin es, como el teólogo, sabedor de su destino irrevocable frente a la fuerza superior de los adultos y, aún así, protestón hasta la médula. Su tigre de trapo es consciente de su naturaleza de peluche y se autoafirma en la concepción de ser a través de la percepción; él existe exclusivamente para quien lo percibe, para este caso, Calvin. Y no es Hobbes el abundante en la psicología infantil "amigo imaginario" que sus padres creen, es la otra mitad de un ser dual que se debate entre una realidad no aceptada y una ficción no asumida por el resto de sus semejantes. Todo esto coalesce para
arrojar como resultado un mundo nuevo, una realidad propia a la que accedemos a través de las viñetas de Watterson.

Crear un mundo con reglas tan diferentes y atractivas puede parecer fácil. No lo intentéis: Os saldrá mal. Watterson consigue recrear el mundo de la mente infantil de una menera tan magistral que se aleja por completo de cualquier tira cómica usual con críos repelentes, adultos embutidos en infantes, y devaneos psicológicos tan popularizados por otros autores. El mundo de Calvin es muy otro, obedece a sus propias reglas al tiempo que estructura una fina crítica de nuestra realidad, siempre desde el "otro lado". Geniales tiras como la de los personajes comentando la plaga de
"cabezas parlantes" que pueblan las "comic-strips" actuales; aquellas en las que Calvin, urgido por la necesidad de la excusa, explica su pereza a través de leyes que desafían a Newton ("mis padres se olvidaron de pagar la factura de la gravedad") y otras leyes naturales ("no puedes verme, soy invisible"); o en las que rechaza la atención de sus profesores (Calvin se traslada entonces a una constelación plagada de Bug Eye Monsters), etc, ejemplifican una de las obras más redondas de la creación en historietas.

El trazo de Watterson, por otra parte, no tiene desperdicio. Hay mucho cantamañanas por ahí que tacha la obra de relamida, simplista o ¡plagiaria!, cuando la tira supone un original ejercicio de virtuosismo y síntesis sin tacha, tal que pudiera hacerse con ella lo mismo que con cualquier viñeta de Milton Caniff: ampliarla al 5000 por uno y colgarla de un edificio, sin posibilidad de discernir fallos de composición, enfoque o trazo en el panel gigante. Cada imagen de Watterson es una obra de arte, una viñeta perfecta en la que nada sobra y nada falta, un estupendo magisterio para los que empiezan y para los veteranos (hasta Schultz lo ha reconocido) de cómo debe
hacerse una tira cómica, tanto en lo que concierne al discurso humorístico como en lo relativo a la creación gráfica de personajes.

A este respecto debería cuidarse la traducción de su trabajo al castellano, pues en su lenguaje original Watterson llega incluso a diferenciar la personalidad de los pobladores de la tira por su forma de hablar y de gritar, cada uno con casi imperceptibles inflexiones que los diferencian claramente en una lectura continua de la obra. En España, la edición ha sido errática, desordenada e infiel (en parte debido a que los americanos han ido cambiando formatos caprichosamente a la búsqueda de un soporte ideal que aúne las tiras diarias con las dominicales), privándonos de tramas argumentales que siguen de una tira en otra y de las diarias en las
dominicales y, por consiguiente, de la comprensión de alguna que otra tira o página. A esta crítica responden tanto la edición de cuadernillos apaisados de Mario Ayuso (desde 1991) como las planchas dominicales editadas por Norma editorial en su línea de álbumes.

Teníamos la esperanza de que, en el futuro, alguien se atreviera a editar esta obra de forma digna y cronológicamente ordenada, lo cual ha hecho con más donaire Ediciones B, del grupo Z, con los cuatro álbumes En todas partes hay tesoros, Yo tengo razón, Los demá están equivocados, Muñecos de nieve suicidas y ¡No me gusta tu cara!, los cuales reproducen los materiales del volumen original There's Treasura Everywhere y, con Matando el tiempo y ¡No quiero hacer los deberes! ,los dos últimos, que rescatan historietas de The Days Are Just Packed. El producto es relativamente barato, la traducción es más que aceptable y, lo que es mejor, el color guarda fidelidad con el original.

Es ésta una gran oportunidad para disfrutar de pleno de una obra que gustará a todos, incluso a los niños (repito que Calvin y Hobbes es, en principio, para adultos), dada su calidad de Universal. Y también, ¿por qué no?, a los devoradores de manga (también Calvin es a veces destructivo, amante del gore y tiene la cabeza grande), de superhéroes (no falta el alterego fortachón, aunque malhadado, Estupendous Man) o de inextricables batallas espaciales (ahí tienen al Capitán Spiff) que ahora alientan el mercado.

Por el momento, todas las personas verdaderamente inteligentes, aceptan su calidad sin trabas. No hay que preocuparse, la Historia se encargará de que sea tomada en cuenta incluso por los meapilas que no aceptan su formato y no captan su mensaje.
El tiempo es el que lo arregla todo, oiga."

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