La casuística de la macroeconomía

Me enteré hace ya un tiempo a través del blog de Eduardo Haro Tecglen (muerto el 19 de octubre de 2005, del que he leido poco y lo poco ha sido bueno, lo cual me hace valorarle a pesar de críticas funestas contra él, que las hay, probablemente injustas. Quiero por eso hacer de esta mención homenaje a un hombre muerto al que, en lo que le conocí, lo que dejó escrito, me unían inquietudes) de que existe un informe llamado "Indicador Laboral de Comunidades Autónomas", que elabora la IESE para Adecco. En él se afirman dos hechos (entre otros muchos), por un lado el decrecimiento del salario real medio en lo que va de año, y por otro el decrecimiento de la productividad de los trabajadores. Algunos economistas consideran necesario que el salario de los trabajadores vaya vinculado a la productividad de dichos trabajadores. La productividad es, por si alguien no lo sabe, la cantidad de trabajo (sea producto o servicio) realizado por unidad de tiempo. Vinculando salarios y productividad se supone que se acabaría con la inflación provocada por el incremento de salarios, porque, dado que el salario es un coste más del producto o servicio que la empresa genera, si el salario sube y todos los demás factores de la producción permanecen constantes (costes de materias primas, productividad, etc), y sin olvidar que el precio de un producto se reparte entre los costes de producirlo y el beneficio que repercute en el empresario, entonces para que el empresario obtenga el mismo beneficio debe aumentar el precio del producto, y la inflación es precisamente el aumento en los precios de los productos y servicios.

En este sentido hay un elemento que los economistas no toman en cuenta: tal vez el reparto entre salarios y beneficios (obviando el resto de costes) no sea el adecuado, tal vez el empresario se apropia de una cantidad que podría reducir sin consecuencias nefastas para la actividad productiva. No voy a abundar en el tema porque no es el motivo central de este artículo, pero siempre es bueno no olvidar que el incremento año tras año de los beneficios de las empresas no tiene necesariamente que ver con, por ejemplo, el índice de desarrollo humano (IDH) de un país, no creo que una sola petrolera de cualquier país africano mengüe beneficios año tras año (de hecho no me cabe duda de que se incrementan en términos relativos y absolutos de manera exponencial) y sin embargo el IDH de ese país puede permanecer por los suelos de la más cruel miseria durante décadas sin visos de mejora alguna.

Por otro lado, olvidarnos de la inflación y dejar que los salarios crezcan a mansalva y que ello repercuta en los precios no es bueno porque se deterioraría la competitividad de esos productos en los mercados, a menos que el incremento de precios se produzca de forma generalizada, pero si así fuese y todos los precios subiesen en la misma cantidad que los salarios, al final el incremento de salarios reales sería nulo y el incremento nominal de los salarios sería puramente ilusorio. Habrá algún otro motivo macroeconómico ortodoxo por el que hay que controlar los salarios pero no lo recuerdo.

Es decir, si la productividad baja, no es malo que los salarios reales bajen, más aún, es bueno dado que impide una de estas dos cosas: que el empresario gane menos, o que el producto se encarezca. Parece lógico entonces que los empresarios defiendan esa relación. Parece menos claro sin embargo que apoyen que altos incrementos en la productividad repercutan de igual manera en los salarios, aunque cierto sentido de justicia imponga ese criterio. Pondré un ejemplo y entramos así en la casuística a la que me refería en el título:

Conozco el caso de un colegio público cuya limpieza era llevada a cabo por 4 trabajadores. De un día para otro el servicio de limpieza se privatizó y la empresa privada estimó que el trabajo podía ser perfectamente realizado por 2 personas. Y así fue. La lógica de la productividad implica que esas 2 personas deberían haber pasado a cobrar un sueldo que se acercase al doble de su salario inicial, no necesariamente el doble si de lo que se trataba era de llegar a una situación en la que se ajustase a equilibrio de mercado el precio del servicio de limpieza (y por ende su coste), pero lo que ocurrió fue que los salarios de ambos trabajadores disminuyeron. Es decir, trabajaban el doble y cobraban menos que antes. ¿se ajustó correctamente el salario real a la productividad en ese caso?, no parece probable. ¿Por qué no?, puede que sea necesario asumir que el salario de equilibrio en el mercado era, por el doble de trabajo, menos del sueldo inicial. Claro que en un trabajo como ése el salario de equilibrio suele ser el salario mínimo pactado en convenio, dado que si el empleado no está satisfecho con su remuneración, no es complicado reemplazarlo, dado que, en principio, es un trabajo que no requiere de cualificación alguna. Entonces, ¿se toma en cuenta la productividad a este nivel?: No. Por iguales servicios las empresas privadas pagan siempre el mínimo legal y los ayuntamientos cantidades superiores, ¿cuál es entonces el precio de equilibrio en el sector limpieza?, ¿el precio que el estado marca como mínimo?, ¿un precio aún menor?, ¿acaso los ayuntamientos pueden equilibrar sus cuentas pagando más a sus empleados de la limpieza pero las empresas privadas que hacen ofertas a esos mismos ayuntamientos no pueden ni pagar sueldos netamente inferiores?. La reducción del presupuesto de limpieza no es tan considerable como para creer eso. Había un precio que el ayuntamiento pagó por la limpieza (precio que antes recibían casi por entero los 4 trabajadores) y que ahora debía repartirse entre la empresa privada y los dos trabajadores. Obviamente la empresa privada quiere obtener el mayor margen posible y, además, que ese margen crezca de año en año, con lo que no sólo redujeron salarios sino que trataron en la medida de lo posible de deteriorar las condiciones contractuales de trabajo para minar la posición de los trabajadores y que tuviesen menos capacidad de negociación y mermaron en lo posible el material del que disponían los trabajadores para efectuar su trabajo.

Es decir, la empresa trata de apropiarse del mayor margen posible de beneficio porque puede influir sobre los costes y el salario suele ser el más importante de modo que trata de reducirlo en lo posible. ¿Usa para ello la productividad?, en el caso citado no, al contrario, recurre a elementos mucho más eficaces: cortar en la tarta de los ingresos una parte cada vez mayor para la empresa y cada vez menor para el trabajador. ¿Por qué?, porque la actual situación del mercado de trabajo se lo permite.

En mi trabajo ha ocurrido otra situación curiosa: una compañera que trabaja con contrato temporal ha finalizado el contrato. Lleva dos años. Hasta dentro de 6 meses no va a volver pero tienen la firme intención de contratarla pasados 6 meses. Al mismo tiempo una chica nueva ha entrado para reemplazarla en sus funciones. Según cuentan en voz baja, mirando de reojo, con un café en la mano algunos compañeros, es posible que no puedan volver a contratarla en las mismas condiciones por algún motivo relacionado con la obligatoreidad de pasarla a indefinido. El resultado es interesante también de cara a esa relación salarios-productividad-precios de la que hablamos:
Un empresario no renueva a una empleada para no hacerle contrato indefinido, o por algún otro motivo desconocido dado que contrata a otra empleada para que haga el mismo trabajo pero manifiesta su deseo de contratarla pasados seis meses. Una chica con dos años de experiencia es sustituida por una sin ninguna experiencia. Obviamente la nueva tendrá que aprender todo lo que la antigua ya sabía y eso va a suponer una merma considerable en su productividad durante varios meses. ¿Debería esa merma suponer una rebaja en los salarios reales de los trabajadores de esa categoría o debería repercutirse directamente sobre los beneficios de un empresario avaricioso que no está dispuesto a firmar contratos indefinidos a pesar de que podría hacerlo?, ¿es la solución para este tipo de problemas abaratar el despido en los contratos indefinidos?, ¿habría que acabar con el tocamiento de huevos de la Inspeccion de Trabajo y Seguridad Social para que persigan este tipo de actuaciones?.

Un último apunte: Un pajarito me contó que en las clínicas Vital Dent es norma que algunos trabajadores hagan jornadas semanales de 50 horas todo el año (y en la internete me he encontrado esto. Es decir, es norma algo ilegal. Actualmente hay 177 clínicas en la península, según su página web, ¿actúan todas así?, ¿cuántos trabajadores se encuentran en esa situación?, ¿por qué nadie ha intervenido en ese asunto?.

El derecho laboral nació de la evidencia de que existía una relación de desequilibrio de fuerza entre las dos partes que firmaban un contrato de trabajo: empresa y trabajador. La negociación colectiva y otra multitud de logros de los trabajadores parten de esa idea. Ahora que los empresarios cargan contra los males de la negociación colectiva, uno de los últimos y cada vez más endebles recursos para evitar el abuso de poder de empresas sobre trabajadores, creo que sería bueno recordar lo que ya se ha perdido en derechos laborales y reflexionar sobre lo que perderemos si seguimos permitiendo que los gobiernos legislen para las empresas y no para todos. Tenemos un sistema de contratación en la que los trabajadores son marionetas que las empresas manejan a su antojo. Quejarse o reivindicar derechos es un peligro. Conozco otro caso de una trabajadora que denunció no haber disfrutado de vacaciones ni haberlas cobrado durante dos años. La empresa, en vez de rectificar ese error, la considera una empleada "conflictiva", a pesar de perder todos los juicios que les han enfrentado (que no terminó con ese primer problema sobre vacaciones no pagadas pues eran más los abusos laborales a que la sometieron). ¿Cómo enfrentarse a las empresas si los trabajadores han visto cómo el gobierno ha hecho sistemáticos esfuerzos para debilitar la unidad de los trabajadores y su fuerza común en beneficio de fórmulas laborales flexibles que los convierten en individuos en contra de la más elemental de las lógicas del derecho laboral? (y no hablemos en detalle de los sindicatos, porque su labor es cada día que pasa más testimonial).

En fin, los medios de comunicación, los empresarios y hasta el gobierno tienen la fea costumbre de celebrar los beneficios relativos y absolutos crecientes de las empresas y lamentar los salarios reales crecientes de los trabajadores... es la macroeconomía un vergel de teorías neoliberales de estabilidad y crecimiento pero en la casuística parece que los trabajadores sean vagos avariciosos y conflictivos que bailan solos y con la más fea siempre, camino de un empobrecimiento y endeudamiento crecientes que sólo puede derivar, tiempo al tiempo, en crisis económica... mientras los empresarios son bienechores de la humanidad que merecen lo mejor. Bajemos por tanto los impuestos de sociedades, demos pie a que el empresario elija entre comprarse un chalé o invertir en I+D (¿no sería mejor incentivar el I+D pero no bajar el impuesto?), vigilemos que los trabajadores no vean sus salarios reales incrementados pero celebremos los beneficios crecientes, sin importarnos si ese incremento incluye la apropiación del incremento de productividad de los trabajadores, seamos pues, buenos burgueses, escandalizados en este principio de siglo tan lejano y tan cercano al de 100 años atrás, por las pretensiones inaceptables de esa panda de borrachos y maleantes que son, siempre han sido, los obreros, esa clase social que ya no existe, que hemos reemplazado por una extraña clase media que oscila entre chaletes y desahucios, entre inversiones en bolsa y fines de mes a dos velas.

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