Amargura y nostalgia

Algunas veces, con la sonrisa aleve de quien se sabe ganador de una batalla dolorosa, remanecen en los caminos que me conducen, o que me andan, o desandan, o que creo, o quiero crear, o tal vez sólo imagino crear, viejos salteadores del recuerdo que me lanzan contra los acantilados de la memoria y me hacen saber que, verdad o mentira, los tiempos pasados, perdidos y pérdidas de tiempo, fueron siempre mejores, a veces excepcionales, y acabaron y ya nunca serán otra cosa sino la imprecisa sugestión de células que unas a otras se dicen, como si fuera una pasaje místico de alguna religión inventada, que hubo tiempos mejores, y recrearlos como quise que fueran, les ocupa horas, días, meses, mientras una desazón, tal vez una angustia tímida que no se atreve aún a llamar, se apodera poco a poco de mi estómago.

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