"Las aguas me rodeaban hasta la garganta y el Abismo me cercaba; las algas se enredaban en mi cabeza. Yo bajé hasta las raíces de las montañas: sobre mí se cerraron para siempre los cerrojos de la tierra; pero tú me hiciste subir vivo de la Fosa, Señor, Dios mío." Me emociona este pasaje de la Biblia. No porque hable de Dios, habla de mi vida, porque en más de una ocasión he sentido cómo alguien me salvaba de un abismo. Un abismo como tantos otros, uno de esos que a veces cruzan nuestro camino. También en mi vida he tenido quien actuó así: "Tú me arrojaste a lo más profundo, al medio del mar: la corriente me envolvía, ¡todos tus torrentes y tus olas pasaron sobre mí!" . En ocasiones fue para bien, en otras para mal. A veces esa misma persona me salvó, otras me salvé yo (si acaso no nos salvamos y hundimos siempre solos, en este hiperindividualismo ramplón que comemos, respiramos y sudamos hoy). Por otro lado, el de Jonás, completo, es uno de los pasajes que más apre...