Busqué tu sombra y tu ciudado tantos años como el recuerdo alumbra y cuando al fin te encontré recio, taciturno y solitario, me recogí a tu lado y esperé que los días se sucediesen y nos sucediesen, juntos en cada paso. En las sonrisas cómplices, en tus manotazos cariñosos a mis demandas de besos, en los gritos a la costumbre de tantos años de soledad, en las conversaciones bajo el marco de la puerta, en cada paseo, día de pesca, en cada minuto en la cocina. En todo volvimos a una costumbre nueva y antigua, en el orden siempre esperado de las cosas nuestras. Llegó la vida (lo llamo la vida sin saber a qué me refiero ni si acaso existe) a ese reencuentro feliz que fue el nuestro como ha llegado siempre la vida a mi encuentro, arrolladora e irracional, tajante y severa, para separarnos, para desgarrar el lazo fortalecido de los días y el amor. Me quieres, sé que me quieres. Me lo dijiste. Me lo dijiste y el plazo brevísimo juntos se prolongó para siempre en cada p...
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