Jodorowsky y la búsqueda de la realidad
Leo a Jodorowsky. Está dentro de mí porque, cuando aún no sabía de él (cuando sólo era un nombre en la portada de un cómic) ya estaba yo embebido de sus ideas a través de uno y mil tebeos. Vino a Bilbao hace unos años (dos a lo sumo, creo) y demostró ser un prestidigitador de la palabra sublime; es mejor hablando que escribiendo, mejor escribiendo que dirigiendo, y sin embargo sus películas son (al meno las que he visto) excepcionales, únicas. Del teatro que haya hecho o haga en adelante no sé nada pero sorprende el éxito de Alejandro Jodorowsky tras pasar por las manos televisivas de Sánchez Dragó. Ya era un guionista de comics reputado en Francia y el resto de Europa, un todoterreno cuyo historial se remonta 30 o 40 años atrás pero tiene que ser la tele la que le saque a la luz de un público que, de otro modo, a la manera de Sardá cuando apareció en Crónicas Marcianas, lo miraba como a un vulgar chalado charlatán, otro pozí, éste chileno, que viene a hablar de ovnis o chamanismo o lo...