Entradas

Mostrando entradas de febrero, 2016

Epílogo moral

No hay errores, nadie falla.  Somos los que somos.  Vamos, venimos, nos amamos.  De niños no, de niños creemos en los absolutos y cuando faltan, dejan un vacío perenne en el alma.  Puede vivirse o no con ese vacío, puede llenarse de verdades dolorosas o de mentiras piadosas pero la culpa no existe.  Hay vida. La culpa no está dentro, no hace falta imaginarla fuera por miedo a reconocer que la culpa solo era íntima, propia, pues esa culpa también es inventada.  No hay personas fallidas ni personas que fallan, hay personas solas que quieren compañía. A veces, desafortunadamente, no la encuentran porque no se atreven a buscarla sin lastres, sin memoria, sin barreras o porque encuentran a otros que arrastran sus lastres, su memoria, sus barreras y todo entendimiento es imposible.

Me miras

A la vez. Me miras. Muerta y resucitada. Me miras y el horror de verte viva es tan hermoso que lloro sin parpadear siquiera. Vienes despacio y con tu paso borras lo que quedaba de mi resignación, y contra todo vienes, Contra la vida y contra la muerte Y me miras. Nos abrazamos. Temo herirte, que te desmenuces en polvo y desaparezcas. Pero sigues ahí, temblando, te aprietas a mí, lloras y nada ya podrá moverte. Hueles como siempre olías y lloro más y tiemblo, y tiemblas y juntos, negamos la muerte.

Ojos afilados y sonrisa feroz

Durante los últimos días del año me vino a la memoria una chica que conocí hace demasiado tiempo, en un trabajo del que no merece la pena recordar ninguna otra cosa. Fue mi relación con ella breve, si acaso puedo llamarla relación. Una amistad abrupta, a ratos divertida, a ratos árida, construida a trompicones de voluntad y torpeza, de falta de tacto, de expectativas incumplidas, de reproches mudos, de decepciones por cosas que no podían pasar y no pasaron. Antes aún de presentarnos, ya llamaba mi atención. Era esbelta, atlética, una morena azabache despampanante con ojos negros brillantes y sonrisa dulce y feroz. Conocerla alimentó aún más esa atracción temprana por su cuerpo. Era inteligente, simpática, vivaz y agresiva, inquisitiva, voraz. Sin solución de continuidad, ridiculizaba mi comportamiento con la frase más lacerante o lo elogiaba con la calidez de un amigo sincero dejándome siempre inerme a sus golpes y caricias. Con todo, dedicaba más tiempo a enco